viernes, 14 de enero de 2011

Cuba: hacia una plataforma revolucionaria por el socialismo

La ausencia de definiciones políticas de clase hace que el fundamento ideológico y las premisas conceptuales de los “Los Lineamientos de Política Económica y Social (“LPES”) de la cúpula dirigente del PC cubano sean de inequívoco carácter contra-revolucionario. A 50 años de revolución llamada a ser socialista[1], todo lineamiento de política económica y social constituye una falsedad ideológica si no preestablece las pautas políticas de la gestación socialista.
No es casualidad histórica, en el sentido de la dialéctica marxiana, que el pensamiento, las ideas y las convicciones socialistas que animan a una cantidad sondable de revolucionarios cubanos en el país, sea objeto del menosprecio político por parte del PC y de la clase burocrática en que se soporta la autocracia। No basta parecer revolucionario diciendo A - la “gran burocracia”[2] -, sin reconocer B: la autocracia como forma de gobierno. La autocrítica, si revolucionaria, no puede ser menos radical y comprometida.
Ir a las raíces de la compleja encrucijada sociopolítica y económica a que el PC ha conducido el proyecto socialista cubano constituye, tal como se constata, una herejía ideológica. El momento donde el pensamiento martiano se imbrica con el pensamiento marxiano es ultimado por la imposición de un pensamiento único a todas luces políticamente cuestionado por la realidad cubana. Nunca el resultado de la praxis ha sido tan coherente como criterio de la verdad, si de la negación del ideario socioeconómico socialista se trata.
El debate interno de mérito político e ideológico acerca del rumbo que habría de marcar la transición socialista es conscientemente coaccionado por el PC cubano. Calla al respecto el universo de la «intelectualidad revolucionaria» cubana.
Se pronuncian en plataformas externas las voces socialistas del pensamiento marxiano independiente y comprometido, al que se le cierran los canales internos de comunicación pública con el pueblo cubano. Los medios oficiales - ilegítimamente al servicio de la verticalidad burocrática “informativa” - se suman en concierto a la censura del movimiento horizontal de las relaciones sociales de comunicación.
Calla al respecto la “izquierda” interna y foránea, esa que permanece enclaustrada en la osificación del pensamiento cincelado por el reaccionario y fenecido “socialismo estalinista”. Sobre esta “izquierda” «no vale la pena emborronar cuartillas». A ese pensamiento hay que combatirlo, por cuanto a ese pensamiento se deben los fracasos históricos de las causas revolucionarias. A ese pensamiento despóticamente apoderado en nombre de los «centralismos burocráticos»[3], impuestos por los dogmas de la “dictadura del proletariado”, se deben inequívocamente los fracasos de todos los experimentos del “real socialismo” que cae estrepitosa y definitivamente con el Muro de Berlín.
Tratándose del proyecto socialista de la revolución cubana, ¿puede considerarse izquierda, una izquierda incapaz de distinguir la naturaleza socioeconómica y las consecuencias políticas de un estado bajo el poder de una burocracia estado-partidista y un estado bajo el dominio de la demo-cracia?. ¿De qué socialismo ni vía socialista se pretende seguir hablando?.
Una “izquierda” interna que permanece emplazada por la verticalidad ideológica y la profundidad política del pensamiento crítico revolucionario, y desde la arrogancia del poder autocrático mira para los lados, buscando lanzar piedras sobre supuestos tejados de vidrio, con la pobreza ideológica de que wikileaks le descubra los agentes del imperialismo que ella misma, poseída entre la ignorancia política y la beligerancia burocrática, no tiene cómo “desenmascarar”. Una “izquierda” que no tiene ideas socialistas que ofrecer ni poner en debate ante el pueblo, como no sea la penosa función de caja de resonancia del pensamiento político estadocrático.

O una izquierda externa que aboga en el propagandismo acriticista por un Plan Marshall para Cuba[4]. O habla con penosa ligereza cognitiva del Presidente del Consejo de Estado elegido como Presidente en “comicios populares”, y al mismo tiempo critica el pensamiento de uno de los intelectuales cubanos de fundamentado compromiso socialista marxiano hoy en Cuba, ripostándole en el puro vacío especulativo que las ideas sobre autogestión son, cito: “Posiblemente a corto plazo una inspiración teórica, pero a largo plazo puede generar desigualdades importantes bajo un mercado de competencia productiva similar al capitalismo” (A.Garzón)[5].

Ese fantasma ideológico ha sido recurrente en todas las experiencias de los «socialismos estadocráticos», los únicos que ha «conocido la historia». La idea marxiana del empoderamiento del pueblo una vez en el poder del estado, a partir del control directo de los factores de su reproducción material, ha sido siempre incómoda ante las “mieles del poder”[6].

Los reformismos economistas como el que impone hoy el PC cubano con los “LPES” no pueden más que reducir la cuestión de la autogestión a la idea del “socialismo vulgar”, como otrora en los “socialismos reales” (sin excluir, por supuesto, el yugoslavo). “Después que las cosas están dilucidadas, ¿porqué volver atrás?” - preguntará Marx incansablemente, sin que las izquierdas políticamente correctas se den por enteradas.

O aquella otra izquierda foránea “amiga” de Cuba que - sin llegar a ser parte de ese vocinglero propagandista que se suma queriéndolo o no a los voceros internos del oportunismo político - sucumbe ante la impotencia dialéctica materialista del propio pensamiento, y acusa a diestra y siniestra, a partir de tergiversaciones, sofismas y falsedades ideológicas, el pensamiento revolucionario cubano que ejerce la virtud del decoro político en la lucha por el socialismo.

A contrapelo de toda presunción heroica, el momento histórico que está decidiendo el ser o no ser de la transición socialista en Cuba, exige que aquellos que no tengan la valentía, el decoro ni la radicalidad del pensamiento revolucionario martiano y marxiano tuvieren la vergüenza de callar, por respeto, en última instancia, a sí mismos. O, en su defecto, que tengan plena conciencia de que serán combatidos sin concesiones por esos “pocos” con el decoro de muchos, porque la repetición de la historia en Cuba no puede permitirse ni siquiera como farsa.

El pensamiento crítico socialista de la Cuba profunda hierve bajo la presión de la coacción y la censura del PC cubano. No hay que despolillar archivos. Salen desde Cuba a la luz constantemente artículos, ensayos y declaraciones que dan fe de la madurez política que con conocimiento de causa analiza críticamente la línea de acción del PC cubano. Pero que no se quedan en ello, sino que se proyectan con visiones socialistas que no son bienvenidas por el oficialismo del “socialismo” estadocrático.

En tal sentido, baste destacar el pronunciamiento de los cros. que se identifican como Proyecto Martí-Tejera desde Vuelta Abajo en Pinar del Rio. El análisis publicado afuera - dada la censura interna de los “medios del pueblo” contra el pensamiento revolucionario socialista -, “Cuba: los Lineamientos y las razones que alimentan las dudas”[7], refleja un estado latente de consciencia política y opinión militante relevante por el socialismo.

¿Cuánto más tiempo podrán ser subestimados, coaccionados y represionados similares estados de conciencia y voluntad política?. ¿Cuánto más puede aceptarse que la lealtad revolucionaria sea asumida como un “cheque en blanco” por la auto llamada vanguardia apoderada omnímodamente?.

¿Cómo es posible que se acepte sin decidida contraposición política revolucionaria, que después de 50 años cometiendo errores desde el ejercicio omnímodo del poder, la clase política burocrática se arrogue el “derecho” de imponer unilateralmente sus propias supuestas soluciones?.

Desde el pensamiento marxiano que ha venido llamando al diálogo y al debate socialista en Cuba, se proyecta de manera sólida la posición crítica y constructiva sobre los “LPES” con que el PC cubano enrarece los destinos del socialismo y de la nación cubana. La idea-fuerza marxiana sobre autogestión productiva y auto gobierno comunitario como piedras angulares de la naturaleza política de la sociedad y el estado en el tránsito socialista, le quita el sueño a las izquierdas doctrinarias y a las derechas sempiternas, sea por incomprensión, dogmas u oportunismos.

Si el socialismo nuestro-latinoamericano puede ser sólo “creación heroica” como lo asumía lúcidamente Mariátegui, el «momento» historio-concreto actual de la transformación poscapitalista en Cuba se define en la transición hacia la autogestión demo-crática de la sociedad. Todo el poder del capital subordinado al poder del trabajo.

En tal sentido, el análisis intitulado “Cuba. Convocatoria y lineamientos del Congreso: insuficientes para el socialismo”, expuesto por P.Campos (enero, 2010)[8], viene a completar un enjundioso debate revolucionario sobre los “LPES” que ha visto la luz en medios alternativos de comunicación fuera de Cuba. Pensadas y elaboradas por Campos y Cros. como aporte al VI Congreso del PCC, las Propuestas Programáticas por el Socialismo Participativo y Democrático tampoco han encontrado la receptividad política del PC.

Más allá de las apreciaciones críticas marxianas a las que deben someterse las reflexiones aportadas ahora por P.Campos[9], así como las de cada uno de los portadores de ideas en el debate socialista, importa destacar que la “lista” de cros. comprometidos con el ideario de la transición socialista en Cuba resulta extensa, y constituye de hecho una masa crítica político-intelectual que no puede ser auto-despreciada, sin conciencia sobre el derecho legítimo de empoderamiento propio como sujeto político.

La izquierda marxiana revolucionaria cubana comprometida con el proyecto socialista cubano, necesita aunar el esfuerzo intelectual y político.

El compromiso político con la suerte del socialismo en Cuba no puede dejarse reducir a la alienación expresiva en medios externos. No puede, igualmente, aceptar que se le imponga andar a hurtadillas como pensamiento paria. El aporte militante a los cambios socialistas necesita trascender la acumulación de fuerza, lograda con la exposición del pensamiento crítico sobre la situación política y el agotamiento terminal del actual modelo socioeconómico cubano.

La transición socialista en Cuba está condenada a la restauración capitalista si el pensamiento crítico marxiano no asume el debate revolucionario hacia el seno del pueblo cubano.

La contrapartida dialéctica al pensamiento único ejercido por el PC cubano es condición sin la cual no se logra reorientar de manera revolucionaria la transición socialista en Cuba. Esa es la verdad revolucionaria objetiva que emana de toda la experiencia revolucionaria marxiana y leninista. Amilanarse ante dicho desafío, en cambio, ha sido el caldo de cultivo primero de los totalitarismos y autoritarismos de izquierda en que sucumbieron todos y cada uno de los experimentos socialistas conocidos. Es lo que de manera fehaciente demuestra hoy la realidad del “socialismo” estadocrático cubano.

La burocracia doctrinaria estará interpretando el derecho constitucional a ejercer la contrapartida revolucionaria independiente y comprometida como un llamado a la confrontación política. Confrontación de ideas, saberes y convicciones socialistas, se ha de responder. Oposición dialéctica, se ha de entender. Oposición al “centralismo burocrático”[10]. Lo cual significa proposición revolucionaria de diálogo y compromiso político. Diálogo que implica, sin miedos políticos, lucha legítima por el socialismo.

La expresión no ficticia de esa lucha por el socialismo está en proyectar la acción política como práctica revolucionaria del pensamiento que se defiende. No basta con interpretar, como hasta ahora ha sido imprescindible, las contradicciones implosivas de la realidad socioeconómica y política cubana, es indispensable cambiar la realidad actuando sobre ella.

Y en esa lucha el propio PC - reconociéndosele aún el papel constitucional adquirido - no puede menos que ver la contrapartida dialéctica que necesita.

La izquierda marxiana revolucionaria cubana comprometida con el proyecto socialista, está llamada a auto convocarse en una conferencia nacional, en un congreso de la nación, tal como planteara la iniciativa revolucionaria el cro. Félix Guerra.

¿Puede abrigar una conferencia o un congreso del Partido el sentir del pueblo y el pensamiento socialista popular?

Se necesita una convocatoria legítima donde el pensamiento socialista se exprese y se auto reconozca transversalmente. Un paso de afirmación democrática de la participación que coadyuve voluntades y siente pauta para la cultura política del debate revolucionario, como derecho inalienable y premisa insustituible de pertenencia política. De otra manera no se podrán abrir paso las ideas-fuerza emancipatorias que demanda, para ser, la transición socialista en Cuba.

Prestemos atención los revolucionarios cubanos

El PC cubano asume total solidaridad política con la Revolución bolivariana de Venezuela. La solidaridad se materializa única y exclusivamente a nivel intergubernamental. Es decir, entre las burocracias gubernamentales. La expresión del internacionalismo es el intercambio de profesionales en misiones socio-económicas gubernamentales.

El modelo socioeconómico cubano fallido necesita ingentes recursos financieros y a esa óptica se reduce la visión del pragmatismo desarrollista del Partido-Gobierno.

Pero en Venezuela el proyecto político socialista está atravesado por una viva lucha ideológica y política democrática dentro de las fuerzas del bolivarianismo revolucionario. Militantes sectores de la izquierda revolucionaria asumen la subjetivación política. No existe otra posibilidad de éxito de la revolución socialista que la lucha por la democracia política dentro del propio movimiento revolucionario, en función de la transformación del estado capitalista, constitucional y económicamente vigente. Conferencias y foros nacionales-internacionales sobre la via hacia el socialismo en Venezuela, organizados con independencia por la intelectualidad militante, por trabajadores y ciudadanos mantienen el debate en punta sobre el azimut socialista. El espacio radioeléctrico se democratiza y el pensamiento militante alcanza a expresarse independientemente en la sinergia política de la lucha revolucionaria por el socialismo.

Esa experiencia política revolucionaria militante es inaceptable para el «socialismo estadocrático cubano» y, por lo tanto, es consecuentemente censurada como fuente de identificación ideológica y política en la lucha por el socialismo en Cuba. Hasta ahí no llega el umbral de tolerancia de la clase política burocrática y el Gobierno cubano con el ejemplo del proceso revolucionario venezolano. Pero esa realidad reaccionaria sociopolítica cubana tampoco es asumida abiertamente como experiencia crítica por parte del Gobierno bolivariano de Venezuela[1], en el sentido de la deriva estadocrática la a que no se ha de marchar.

La ficción política de las supuestas identificaciones a nivel de los gobiernos sin verdaderas identificaciones militantes entre los revolucionarios directamente, reproduce impunemente una vez más el dogma reaccionario estalinista de las “internacionales socialistas”.

¿Cuál ha de ser la verdadera integración política de las revoluciones cubana y bolivariana?, que no sea el utilitarismo economista del desarrollismo. En consecuencia, ¿cómo es que sin sonrojo alguno toda esa llamada “amplia izquierda” repite hasta el cansancio el mantra de “que no es posible el socialismo en un sólo país”?.

Todo el llamado «campo socialista eurosoviético» construye durante 45 años de la mano autoritaria de los partidos llamados comunistas en el poder, una cortina de hierro entre sí mismos. Mientras que la integración socioeconómica de la Europa capitalista avanzaba ante sus propias narices. Ni un sólo nexo de integración del trabajo y los ciudadanos se dió entre los países del bloque eurosoviético. ¿Cómo podía darse desde las economías estado-centristas estructuradas bajo el poder de las burocracias político-administrativas? Y desde todas las tribunas de la izquierda autista se repetía el mantra reaccionario de la imposibilidad del socialismo en un sólo país.

***

No cabe albergar dudas sobre la necesidad y la acogida revolucionaria que en el seno de la sociedad, en el pueblo cubano, ha de tener la convocatoria de la izquierda marxiana a una conferencia inicial por el socialismo. No cabe duda de la acogida política que tendrá en las izquierdas revolucionarias del entorno geopolítico e internacional que en la suerte del socialismo en Cuba ven la definición de la alternativa anticapitalista. Su asistencia a la convocatoria cubana sumaría calidad internacionalista.

¿Podrá negar legalmente el PC cubano y el Estado a los revolucionarios socialistas cubanos un congreso de la nación?.

La conferencia política de los sectores y ciudadanos afincados en convicciones y visiones socialistas no correspondidas, se necesita no sólo como expresión de subjetivación política, sino como aporte de ideas programáticas de importancia al enrumbamiento táctico-estratégico de la transición socialista. No basta con la crítica a los “LPES” del PC cubano. Es insoslayable pasar a la negación-dialéctica.

Los cambios revolucionarios que necesita la transición socialista no serán ni legítimos ni ciertos si no se plantea una plataforma programática socialista alternativa a los “LPES” del PC cubano. Toda otra suposición política pertenece al campo de las ilusiones subjetivistas. El porvenir de la nación no está en las licencias para el cuentapropismo a cambio del blindaje de la "gran burocracia". Esa clase mal apoderada que, ya reconocida por el mismo Jefe en funciones del PC como el cáncer del “modelo”, no cederá ni desaparecerá bajo la filosofía política de los “LPES” del propio Partido.

Es el propio Jefe del PCC y del Estado quien se ocupa de dejar sentado a cada quien en su sitio: “No nos creemos más inteligentes o capaces que nadie, ni nada por el estilo, pero sí estamos convencidos que tenemos el deber elemental de corregir los errores que hemos cometido en estas cinco décadas de construcción del Socialismo en Cuba”[2] (subrayados RCA).

“No nos creemos”... pero “tenemos”... nosotros, es decir, la «Dirección Histórica»; la misma clase política que, a pesar de no creerse ni más inteligente ni capaz que nadie, ha cometido incontestablemente los errores en estas cinco décadas.

La manifestación autocrática no es retórica discursiva, ni se reduce a la ilegitimidad político-jurídica con que el Buró Político del PC compulsa la renuncia de su mandato parlamentario a diputados elegidos por el pueblo, por errores cometidos en su ejercicio de Gobierno[3].

El Jefe del Partido, del Estado y del Gobierno ha sancionado en el espíritu de decreto presidencial tres resoluciones que determinan: 1) el despido de medio millón a 1 millón de trabajadores cubanos, 2) la cesión en usufructo a 99 años de tierras a inversores extranjeros para la explotación inmoviliaria y la construcción de una red de campos de golf para el ocio exclusivista servido por asalariados cubanos, 3) así como la autorización de la empresa privada cubana con derecho a explotar mano de obra asalariada. Las medidas, ampliamente cuestionadas en Cuba, constituyen hechos consumados (oficializados en la Gaceta Oficial de Cuba) que se presentan como “proyecto” en los “LPES” al pueblo cubano.

La idea de democracia popular - nunca mejor la redundancia -, así como no ha venido siendo eje de la práctica política, continúa negada de facto. Es precisamente todo lo que explica la recurrente comisión de errores políticos durante 50 años del Gobierno del PC. Errores, subrayemos, que llevan hoy a la nación al “borde del precipicio”.

La alternativa prográmatica, por lo tanto, es imprescindible, no reducida a expresión intelectual, sino proyectada como voluntad política de participatición.

La unión es sólo posible y será verdaderamente real alrededor de las ideas socialistas y de la mano del debate revolucionario, NUNCA en la aceptación incontestable del pensamiento único que impone el centralismo burocrático. La germinación de la democracia en Cuba, soportada en inequívocas premisas marxianas sobre la naturaleza del modo de producción socialista, es ahora mismo determinante para trazar el verdadero rumbo político hacia el socialismo.

La idea fundamental del socialismo es la demo-cracia:

“el poder del pueblo, ejercido por el pueblo y para el pueblo”.

LA EDUCACION SOCIALISTA EN MEXICO

“La educación que imparte el estado, será socialista en sus orientaciones y tendencias pugnando porque desaparezcan los prejuicios y dogmatismos religiosos, creando la verdadera solidaridad humana y la socialización progresiva de los medios de producción”

La educación Socialista en México
LA EDUCACION SOCIALISTA.
por Daniel Barrientos
INTRODUCCIÓN
La educación socialista que se implemento en México en los años de 1934 a 1945 es una de las experiencias educativas más singulares que se han conocido en América Latina. Esta reforma educativa tuvo una vigencia real solamente durante el sexenio del presidente Lázaro Cárdenas de 1934- 1940, pues el gobierno de Manuel Avila Camacho de 1940- 1946 le dio otro rumbo a la educación pública hacia una línea más liberal.
Pese a su corta duración este proyecto educativo, según Gilberto Guevara Niebla fue “Objeto de una polémica turbulenta que dividió a la cultura nacional, la educación socialista cristalizo, sin embargo, en una obra de importancia decisiva en la construcción del México moderno y produjo un conjunto de enseñanzas de gran valor Histórico”[1]
En este trabajo expondremos algunas consideraciones sobre su origen, estableceremos el contenido general del proyecto, y posteriormente estableceremos una pequeña reflexión sobre lo que motivo su cancelación।

Concluiremos con la exposición de algunas ideas generales del problema que en mi opinión son rescatables para la problemática actual.

EL ORIGEN
Respecto al origen de la reforma de 1934, se presentan fundamentalmente dos elementos que inciden hacia el desarrollo de un proyecto socialista para la educación en el país। Un primer elemento es la influencia del pensamiento socialista internacional, que ya desde finales del siglo XIX había empezado a tener una difusión a escala mundial, la cual alcanza su nivel más alto con el triunfo de la revolución de Octubre de 1917 en Rusia. En el país el ejemplo soviético convenció a muchos que era posible realizar cambios revolucionarios hacia el socialismo y se promovió con más fuerza la reforma agraria radical, la lucha por ampliar los derechos obreros y transformar las estructuras sociales. La educación por tanto se transforma en un elemento importantisimo en el desarrollo de un proyecto revolucionario radical para la sociedad mexicana.

Un segundo elemento fue el impulso todavía fresco del proceso de la revolución mexicana, que cobro nuevos bríos con la crisis económica mundial de 1929 que golpeo duramente a los trabajadores mexicanos, presentándose un asenso en la lucha popular. “Posiblemente en tanto a discurso, la educación socialista mexicana tenga conexión con educación socialista de la URSS, pero no se trato, evidentemente, de un acto de imitación sino de un fenómeno nacional que nació y evoluciono conforme a las circunstancias mexicanas de aquella época.”[2]
Esta propuesta socialista hacia la educación, tuvo antecedentes en experiencias educativas alentadas por sindicatos y grupos obreros desde antes de la revolución: la escuela racionalista establecida en la Casa del Obrero Mundial en 1912 con el apoyo del gobernador Felipe Carrillo Puerto, y en Tabasco, con el gobernador Tomas Garrido Canabal.[3] . La escuela racionalista se basaba en las ideas del anarquista español Francisco Ferrer Guardia.
“Hubo propuestas muy definidas de educación socialista en el Congreso Nacional de Estudiantes (1921), en el Congreso Pedagógico (Jalapa 1932) y en la segunda Convención de Maestros (Toluca 1933)”[4]
El triunfo, en 1933 del General Lázaro Cárdenas significo el apogeo político de quienes desde dentro del partido pugnaban por promover profundas reformas sociales.
El plan sexenal del PNR de 1934-1940 contenía la propuesta de hacer la reforma socialista de la educación. En diciembre de 1933 la cámara de diputados había elaborado una propuesta. La iniciativa fue descartada por el presidente Abelardo Rodríguez, pero la promovió Calles, con su discurso conocido como el grito de Guadalajara. Tres días después se discutió en la cámara y fue aprobada la propuesta.
La reforma socialista de 1934 no solo supuso la introducción de una doctrina en la educación pública, definió además, por primera vez, la sujeción de la escuela privada a los programas oficiales. Por lo que provoco las protestas de las fuerzas clericales y conservadoras que habían venido oponiéndose a la intervención del estado en la educación. Por otra parte, las organizaciones obreras y campesinas se inclinaron por apoyar la reforma.
Se desato en todo el país una intensa discusión que involucro a todos los sectores de la sociedad. “La convulsión, que alcanzo su grado máximo en agosto y septiembre de 1934, fue fundamentalmente un fenómeno urbano y de la clase media”[5]
Las autoridades eclesiales ante la inminencia de la aprobación de la reforma, amenazan con el excomulgar a todos los que apoyen, manden a sus hijos a las escuelas publicas. Finalmente en el mes de octubre el Congreso de la Unión aprueba la reforma y el 1º de diciembre de 1935 entra en vigor la educación socialista.

CONTENIDO DE LA PROPESTA EDUCATIVA SOCIALISTA
Comenzaremos plantando lo que se proponía realizar este proyecto para el país, según Gilberto Guevara:
“a) superar algunas de las limitaciones que reconocidamente tenia el modelo de la educación liberal.
b) acrecentar la responsabilidad de la escuela en el cambio social; y
c) apoyar un proyecto de desarrollo con rasgos nacionalistas y populares.”[6]
La educación socialista pretendió educar a la sociedad para el cambio. Partiendo de una crítica a la concepción liberal vasconcelista de la educación, una parte importante de educadores mexicanos consideraban que toda propuesta educativa hacia la sociedad estaba vacía, si no contemplaba transformaciones de carácter económico y político.
Aunque no se produjeron estos cambios socialistas, el país durante el gobierno de Cárdenas inicio una etapa de importantes transformaciones sociales. “La organización de las masas populares, la reforma agraria, la nacionalización de ferrocarriles y el petróleo, la creación de empresas productivas estatales en energéticos, minería y otros campos, la organización colectiva de ejidos, la organización política del país que supuso la creación del PRM, el desarrollo de grandes obras de infraestructura y los avances de la industria y otros cambios...modificaron radicalmente la estructura e imagen de la sociedad mexicana y tuvieron un sentido nacionalista y popular”[7]. La escuela sirvió de apoyo a estos cambios.

En este sentido la intervención del estado en las escuelas se reflejo en las siguientes directrices:
“1- La vinculación de la escuela con las organizaciones populares y con la lucha social.
2- La vinculación de la escuela con la producción, y
3- La utilización de la escuela como un vehículo de propaganda y difusión de la política gubernamental.”[8]
El gobierno cardenista formo un sistema de educación popular creando escuelas e instituciones que permitieran ampliar las oportunidades de estudio a los trabajadores y sus hijos, tanto en el campo como en la ciudad। Se crearon sistemas de becas, se crearon comedores, internados, centros de estudios vinculados a la producción y a empresas específicas, se promovió la educación técnica. Se crearon la Escuela Nacional de Maestros, la Escuela Nacional de Agricultura, El Instituto Politécnico Nacional, se crearon también redes de escuelas regionales campesinas y escuelas vocacionales y centros de educación para indígenas.

Otro cambio importante se experimento en las escuelas primarias. “Con la aprobación del art. 3º que imponía la educación socialista, la primaria se dividió en primaria rural (cuatro años) y primaria urbana (seis años). La rural trataba de apoyar la vida económica y social; mejorar las técnicas agrícolas; organizar los sistemas de producción colectiva; fortalecer la campaña contra el alcoholismo; y promover el respeto hacia la mujer. Las materias eran: lectura y escritura; aritmética; técnicas agropecuarias, artesanías y conservas. En cambio, las escuelas urbanas se proponían lograr de sus alumnos: adquirir una sólida moral socialista, así como formar un verdadero carácter y alcanzar lo ideales que les permitieran actuar como factores dinámicos de la integración gradual de un nuevo orden. Las materias eran: lengua nacional; observación y estudio de la naturaleza; actividades artísticas; educación física; calculo aritmético y geométrico; geografía, historia y civismo; enseñanzas manuales y economía domestica”[9]

CONCLUCIONES
A pesar de que la secretaria de educación realizo un importante esfuerzo para atender los problemas que suscitaba la aplicación del nuevo modelo educativo, sus resultados fueron parcialmente positivos, pues las dificultades eran múltiples.
La redacción del nuevo articulado era impreciso y permitió muchas opiniones sobre como interpretarlo: para unos era el socialismo de la revolución mexicana, para otros era el socialismo soviético. Los maestros quedaron divididos, unos aplicando uno de los dos socialismos y otros siguieron el sistema tradicional.
Por otro lado las precarias condiciones materiales del sistema educativo y los problemas de comunicación fueron obstáculos importantes pera el avance de la reforma. Esto provoco una falta de unidad y coherencia del que hacer en el trabajo escolar.
La educación socialista fue impulsada desde el estado mismo, cuando la correlación de fuerzas cambio con el termino del periodo de gobierno de Cárdenas cambio también el modelo de educación.
[1] Guevara Niebla, Gilberto. L a educación Socialista en México, 1934-1940. Pag. 9 2 Idem. al anterior. Pag. 11.
3 Latapi Sarre, Pablo. Un siglo de educación nacional: una sistematización. En “Un siglo de educación en México” F.C.E. México. 1998. Pag. 26. 4 Idem. al anterior. Pag. 27.
[5] Guevara Niebla, Gilberto. Idem. Pag. 12.
[6] Idem. al anterior. Pag.9.
[7] Idem. Pag. 16 y 17.
[8] Idem. pag 14.
[9] Meneses Morales, Ernesto. El saber educativo. En Un siglo de educación en México tomo II. CFE. México. 1998. Pags 25 y 26.

¡¡¡ NO, NOS VAMOS A RENDIR ¡!!